20 abr 2010

Transplante de feria.

Así, en principio, la Feria de Abril de Sevilla me parece genial. Yo lo veo como un batiburrillo de gente con ganas de divertirse, que se acerca al ferial de Sevilla, cerquita del Gudalquivir, para pasar la tarde con sus amistades, mientras bailan sevillanas, toman manzanilla de Jerez, comen pescaíto frito y se encuentran con gente procedente de Estados Unidos, Japón y Australia, y hablar del Sevilla y del Betis, de la lluvia invernal que fue una pura maravilla, de lo mal que le queda la bata de cola a Eulalia y lo chula que va Cayetana sobre la calesa tirada de dos caballos andaluces entrenados en la Real Escuela de Equitación de la Maestranza. Y por la noche, igual, solo que los agotados feriantes de las horas diurnas se van a su casa a retomar fuerzas y los más noctámbulos toman las casetas a fuerza de rebujito, pirulas y chunda-chunda maquinero mezclado con acordes de los Cantores de Hispalis. Y "cántame, me dijiste cántame" va, "mírala cara a cara, que es la primera" viene, se pasan los sevillanos y los visitantes a la capital andaluza una semanita de lo más divertida, pintoresca y con 165 años de tradición.

Pero los transplantes de tradiciones me chirrían bastante.

Porque no es lo mismo que el batiburrillo de gente con ganas de divertirse se acerque al recinto de la Feria de Muestras de Asturias, a la vera del río Piles, para pasar la tarde con los compañeros de la academia de baile donde aprenden el pseudo-flamenco guiri, mientras destrozan todos los palos de la baraja sevillana, creyéndose que lo bailan igualito que en la original y disfrutando como si acabaran de llegar de Triana, cuando quien mejor lo imita se acerca a Alcázar de San Juan solamente; toman manzanilla del Lidl , comen fritos de merluza y pulpo a la gallega y se encuentran con gente procedente de Avilés, Pola de Siero y Villaviciosa, informada por el periódico impulsor del evento, para hablar del Sporting y el Oviedo, de otro invierno más pasado por agua, de lo monísima que va Olaya con el traje de andaluza que compró en carnaval y lo estirada que va "el cayu esi" en la xarré tirada por dos percherones del CHAS. Por la noche, a la gente de la tarde, que no puede perderse ni un minuto de tan trepidante fiestón, se unen a los cuatro adolescentes de indumentaria hip-hopera que se ponen a hacer cabriolas con las manos a ver si arriman cebolleta a una pija de colegio de pago que no se ponga colorada ante sus pantalones de cintura caída, todo ello regado con rebujín, con Melendi sonando a tope.

Como digo, no es lo mismo. Puede ser divertido y no voy a negar su pintoresquismo histriónico. Pero en absoluto es algo tradicional de Asturies. Lo siento, pero no. Hay ferias de abril en Japón con mayor bagaje.

Y no es que yo esté en contra de que las casas de andaluces emigrados a Asturias hagan todas las fiestas que quieran. Al contrario. Entiendo perfectamente, y hasta creo que es culturalmente beneficioso para toda una sociedad, que sus emigrantes compartan sus costumbres y tradiciones con los pueblos que los acogen y que estos, en su medida, hagan lo propio por integrarlos. Hace unos años, la primera Feria de Abril en Gijón, de la que tengo constancia, fue organizada por una asociación rociera con sede en la ciudad. Yo fui. Y es cierto que no volví porque el fiasco económico fue total y no volvió a repetirse.

De lo que estoy en contra es del apoyo institucional que se ha ofrecido desde el Ayuntamiento de Gijón a un evento propuesto por el diario El Comercio, con la colaboración de Motonáutica y la Academia de Baile Marisa Fanjul.

Primero, por el fariseísmo militante. Son los mismos que se rasgan las vestiduras cuando los niños quieren disfrazarse de zoombie a principios de noviembre porque es el Halloween y se están olvidando del Juan Tenorio y de los huesos de santo, me meten por el alma como "tradicional" la Feria de Abril en Asturies.

Segundo, porque en Asturies se está dando la espalda de manera patente a la cultura tradicional autóctona, al evitar, en la medida de lo posible, el apoyo a las entidades que buscan un fomento respetuoso de la misma.

Lo peor es que la imagen negativa que de todo movimiento cultural que se aleje de la "asturianía" oficial (Virgen de Covadonga, baile "regional" y sidra) se va extendiendo. Y así, pocos son aquellos que sufren como una pérdida importante que este verano se pierda el tradicional Festival de Bandas de Gaitas de Candás o que se molesten porque la directiva de la Federación Asturiana de Juegos Tradicionales esté perdida en el olvido y, por ello, no se pueda organizar campeonatos oficiales de estos deportes. Pero seguro que son muchos los que, lejos siquiera de haberse enterado de estas dos situaciones, se escandalizan de los ataques sufridos por el idioma castellano en los carteles de las carreteras, se sorprenden de lo alto que suenan las gaitas en las romerías y con los saltos de las pintorescas agrupaciones de baile "regional", se congratulan de que eventos multiculturales sean organizados a tutiplén por las entidades que se ocupan de mantenernos culturizados a golpe de subvención, sin preguntarse nunca –gracias precisamente a que la culturización subvencionada provoca estados crónicos de nirvana mental- si los eventos responden a la realidad representada. Lo importante es sentirse centro universal de la cultura con el Príncipe Felipe dando diplomas a Woody Allen.

La Feria de Abril de Gijón no es una Feria de Abril siquiera parecida a la sevillana, ni en el aspecto formal, ni en el organizativo, ni mucho menos en el cultural. Es solo el reflejo de una sociedad asturiana sin rumbo, acostumbrada a deglutir todo aquello que se le ofrece sin preguntarse de dónde viene o a dónde puede llevar, con tal de tener la barriga llena.

La cultura en Asturies es casi siempre de pena y, muchas veces, una mierda. La Feria de Abril de Gijón, con todos sus impulsores delante y detrás, lo dejó patente.

Aviso de última hora: ¡Corre a ver la gran "lluminá" del ferial de Infiesto el día 30 de abril! ¡Será tremendo!

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